sábado, 9 de agosto de 2014

Sola

Y hoy ya no estás. Es como si me cortaran un brazo, como si algo me faltara para respirar. No dejo de pensarte, y por ello mi torpeza aumentó.
Quisiera tenerte conmigo, contarte mis penas, desahogarme contigo, un abrazo tuyo, tu calidez. Quisiera buscarte, pero sé que eso ya no te emociona, al contrario, te fastidia... te estorbo.

¿Por qué Dios me dio la oportunidad de tenerte tan poco? ¿Por qué siendo tan iguales, también somos tan diferentes? Tú eres el ejemplo de lo que se siente cuando se rompe el corazón.

Me gustaría buscarte, jalarte a mi vida de nuevo. Pero no. Te sobro ya.

Sólo te pido que no me olvides nunca, pero que me recuerdes con cariño, y no como esa terrible explosión que destruyó nuestro mundo.

Disculpe...

Disculpe mi atrevimiento, sé que ahora no es bueno hablar, que tal vez lo mejor sea callar y guardar lo que uno siente.
Disculpe que aún piense en usted, que mi corazón aún palpita al escuchar su nombre, es sólo que usted logró que esa palabra me estremezca cada vez que la escucho o la leo.
Disculpe también mi descortesía al molestarlo con estas palabras, pero debe comprender que me es difícil imaginar lejos a alguien como usted.
Desde hace tiempo ha tenido el infortunio de escuchar o leer lo mismo desde hace pocos años, pero debe comprender que usted me inspira decirlo aunque le resulte incómodo...
¡TE AMO!
De antemano le ofrezco una disculpa por todas estas palabras que le dedico.