martes, 25 de junio de 2013

Veinticinco

25 es la fecha de aquel día que nos conocimos. Fue algo extraño. No tenía ánimos de salir de mi casa, pero las estrellas que me han estado acompañando en este tiempo que te sueño cada noche, se alinearon. Cuando te vi, no sabía todo lo que viviríamos juntos, pero lo admito, tuve un presentimiento.

Pláticas, confesiones, complicidades... Hasta que la tercera vez que nos vimos y un beso tuyo, fueron la llave para abrir este camino juntos. La naturaleza, nuestro testigo. Dos meses después, día 25, me llevaste a conocer las estrellas y tocarlas, sentimos el calor del sol sin quemarnos, coloreamos la luna con nuestras auras.

Luego cumplí 25 años. Me mandaste un mensaje felicitándome... El mensaje se perdió. Casi un mes después tú cumpliste años. Me hubiera encantado regalarte la luz de la luna de ese mes, pero no te vi ese día. Luego me platicaste que te la pasaste bien. Me alegro. Dos días después nos vimos, te regalé mi corazón en aquella casa pequeña.

 El tiempo pasaba. Cada día me decías una palabra más bella que la anterior. Aprendí que cuando dos personas comparten un hermoso sentimiento, hacen poesía. Dos meses después de tu cumpleaños, salí de la ciudad y recuerdo aquel domingo que yo ya venía de regreso. Me contaste que estabas cerca de mi casa, bromeamos sobre eso. También dijiste que me querías ver, acepté porque dos días después iba a ser Navidad y las fechas serían difíciles para vernos...

Llegó Año Nuevo y yo llevaba 4 días con unas palabras que me rasgaron el alma. No te quise decir nada pero presentías que algo andaba mal. Tardé 2 semanas para decírtelo en persona, ya sabes, nuestras diferentes ocupaciones no nos hacían coincidir. Esa plática aún la guardo dentro de mi. Te confesé el por qué ibas a estar en mi corazón y en mi mente siempre... Aquello te pertenece y nadie más lo tendrá.
 Días después me dijiste eso que era natural que surgiera: TE AMO... 
El sentimiento es mutuo.

Semanas después me encajaste 25 puñaladas en el corazón. Los días eran larguísimos. Las lágrimas inevitables. Perdí toda esperanza... Pero la penumbra se fue, el sol volvió y el sentimiento se reforzó.

Han sido meses de apoyo, de compañía, de consuelos, alegrías, tristezas... Y todo se ha ido compartiendo.

Tal vez nos hemos visto un poco más de 25 veces, pero siempre diferentes y cada vez más intensas. Todo lo renuevas, mi mundo lo cambias, lo llenas de colores y luces. Son más de 25 razones por las que te amo. Son 25 las veces que pienso en ti cada hora. Pronuncio tu nombre 25 veces en mi mente y 25 en mi corazón...

Y hoy 25 se cumple un año de aquel día que nos conocimos, que fue algo extraño, pero las estrellas que me han estado acompañando en este tiempo que te sueño cada noche, se alinearon...

miércoles, 5 de junio de 2013

Luces

Cuando una luz pierde su intensidad, cuando una vela tiene esa débil llama de fuego, nos preguntamos si se apagará o no.
Lo que se nos ocurre es cubrirlo con nuestras manos para que no pase el aire y termine con la pequeña llama, así, ante la adversidad ventosa, la llama queda intacta, o mejor, se agranda. 
Nosotros tenemos una llama dentro, y es conocida como "espíritu".
El espíritu está formado por nuestra esencia y nuestra alma. Es aquello que nos hace brillar ante los demás; no olvidemos que todos tenemos espíritu, de diferentes formas y colores. Cada quien lo va creando y moldeando.
Nuestra vida se va iluminando de muchas luces, unas más opacas que otras, la nuestra se va combinando con todas ellas. Cada uno de nosotros podemos apreciar la misma luz pero en diferentes ángulos, así que para unos esa luz es opaca y para otros no.
Hay luces en nuestro alrededor que nos hipnotizan con su luz y su calor, nos llaman a acercarnos más. No es malo mientras las cuidemos haciéndoles "cobachita" para que no se apague a consecuencia se vientos fuertes, y también intentando ponerles combustible para que crezca y sean resplandecientes.
Debemos estar cerca de estas lucecitas, observémoslas, querrámoslas y sobretodo acerquémonos a su calor.